Comparto el Sermón de ayer del Reverendísimo Padre Víctor de Jesús Camacho, del Instituto del Buen Pastor, en el oratorio privado tradicional de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro:
“Tened los mismos sentimientos de Cristo”
Ha Comenzado la semana santa la más santa de todas las semanas del año. Tenemos que dedicar este tiempo a la oración y el recogimiento más especiales ya que especial es este momento de la historia. Por un lado debemos recordar con piadosa gratitud los acontecimientos que obraron nuestra redención; y por otro lado debemos recordar que nos encontramos comprometidos en defender la fe católica en medio de la crisis sin precedentes que sufre la Iglesia fundada por Jesucristo Nuestro Señor.> Se trata entonces de vivir una Pasión: la Pasión misma que vivió el Hijo de Dios Encarnado movido por el amor de nuestras almas que estaban sujetas al pecado. Esta pasión se renueva todos los días en nuestros altares pero particularmente durante el triduo sacro que la santa liturgia ofrece cada año a todos los fieles católicos. También se renueva de un modo místico a través de las vicisitudes de las almas piadosas que se identifican con la obra del Crucificado. Sus sufrimientos exteriores e interiores son ahora más valiosos porque están más cercanos a los sufrimientos del divino Cordero.> Por último esa pasión se renueva de una forma inédita en nuestros días por la decadencia inexplicable de la vida eclesial con la consecuente descomposición social que afecta a las naciones cristianas.> Es un drama real que tiene su parangón en el drama del calvario, en la historia de la tragedia humana de Jesús derrotado por sus enemigos.> La fe católica se extingue, agoniza. Pero es nada más que el misterio de la muerte de su autor prolongado en su Cuerpo Místico la Iglesia. Ella podrá aparecer irreconocible como irreconocible fue la humanidad del Hijo de Dios en la Cruz pero eso no quiere decir que haya dejado de existir. Ella vive todavía, vive en su parte divina, en la gracia que santifica las almas, en la caridad que las anima, en la esperanza de la resurrección. Como Maria Santísima, al pie de la Cruz, sabedora Ella que el sacrificio de su dolorido Corazón traería como fruto excelentísimo la era de su reino sobre la tierra-Vivamos la Pasión, queridos fieles. Vivamos la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, vivamos la Pasión de nuestras almas, que se adhieren a Él como a su más preciado tesoro, vivamos la Pasión de la Iglesia nuestra Madre. En espíritu de amor, que es a lo que Dios nos llama más que a nada en nuestra vida de cristianos, espíritu de abnegación total, de renuncia de sí mismo, de ofrecimiento. Dejemos a un lado el interés propio, la búsqueda personal y estaremos así preparados para abandonar por completo la vida de pecado. Es indudable que la situación de la Iglesia requiere una cuota grande de santidad, al menos de una buena parte de sus miembros, sin lo cual estaremos por mucho tiempo más lejos de salir de la crisis que atraviesa. Cada uno de nosotros debe responder a lo que la Providencia le pide en las actuales circunstancias. Reconocer la autoridad eclesiástica es un imperativo categórico. No rehusemos cobijarnos bajo ella aún si ella rehúsa reconocernos. Por el honor de Jesucristo humillado y desconocido, por el honor de los santos todos. Por la Cruz, “en la que está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección”